Perfil del barro (la novela)

Mi primer apellido es Morales, el segundo no es Martínez, aunque no hubiera importado porque la tropa Morales Martínez (MM) se hunde en lo más profundo de mi ya pretérita infancia. Cada persona cuenta con una familia genética, otra de vecindario, otra escolar, otra de amistad… en fin, que los MM han sido mi familia en muchos aspectos, excepto el genético, el único que valida el título en el registro civil.

Echando mano de la memoria, puedo afirmar que no recuerdo un periodo de mi vida sin que un o una MM estuviese rondando cerca, incluso en mis facetas laboral y profesional. El Abuelo. Carmensita Martínez. Antonio Morales. Y nueve MM, nueve: fútbol en una calle empedrada, aulas y patios de recreo, actividades culturales, teatro, cine, política, universidad, copas en El Abuelo (como cliente y camarero), proyectos de formación y Marisi… y He prolongado el eco, y Margaritas en mi pelo, y Sin miedo, y el Covid maldito y cabrón y Perfil del barro

Aquí estamos. Al fin salió publicado.

En el café bar El Abuelo, con la familia y amigos

Lo de Marisi y yo no deja de tener su encanto y sospecho que el druida Pipo, con alguna pócima, nos ha hechizado como el brujo bibliófilo que es.

Con Marisi y con Pipo en la playa

Desde que tuve que hacer una impresión remaquetada y urgentísima de He prolongado el eco para su presentación en Lucena, no ha habido tregua –por suerte– y no ha parado Marisi de escribir y yo de diseñar y maquetar en un frenesí creativo en el que, para colmo de ventura, hemos contado con la mágica participación de Leli Cantarero ilustrando de maravilla ideas, palabras y relatos.

Con Leli y Marisi en el salón de Carmensita

Andábamos las tres enfrascadas en el barro, retocando la novela, flipando con la portada, trastocando el original de la foto de Carmensita posando entre mimbres, ataviada de andaluza, el rizo en la frente, los pies descalzos, y a la  espera del prólogo de Antonio R. MM… andábamos en tan ilusionantes menesteres cuando el tiempo se detuvo como sólo puede hacerlo el más cruel de los mazazos.

El libro

La objetividad, ese bien tan escaso en nuestra sociedad, se pierde por lo apuntado antes, por la complicidad con Marisi y la presencia sigilosa de una saga comandada por toda una institución pública y privada como Carmensita Martínez. Confieso que he sucumbido a la tentación de atar conscientemente fragmentos del texto leído con recuerdos e imaginaciones de mi propia cosecha.

Hay que decir ya que Perfil del barro es una obra coral en su concepción, su desarrollo, sus personajes y, me atrevo a proponer, su lectura. Esta novela es el producto de rescatar de los olvidos familiares esos limos de memoria que, hábilmente fraguados y modelados componen la base del relato: recuerdos de personas, de paisajes, de hechos que el tiempo relegó y Marisi rescató.

Primeras pruebas de imprenta

La novela parte de la interacción de unos personajes mayoritariamente femeninos que decoran y son decorados por unos duros momentos históricos en una España marcada por las consecuencias de un cruento golpe de estado y una dictatorial posguerra. Este coro femenino modela la arcilla del miedo y del silencio, y perfila el barro de la supervivencia a cualquier precio, en dinero, especies o dignidad, rescatando y poniendo en valor los silencios personales y el social.

También es coral su temática, albergando un microcosmos donde se dan cita sentimientos de diversa índole con valor propio propiciado por una hábil fragmentación de los relatos que pretende distanciar en apariencia a los protagonistas. El relato potente y transversal de Carmensita anuda los capítulos y la trama, los sentimientos de hombres y mujeres encorsetados por las premisas del orgullo familiar y social, del miedo y del silencio.

Izquierda: fotografía original “del minuto” (1934) coloreada a mano posiblemente en Alemania. Derecha: ilustración para la portada realizada por Leli Cantarero.

Reseñar un libro es siempre una responsabilidad para quien lo hace, pero también, en ocasiones como ésta, es un orgullo y un placer. Como Morales, era una obligación y, como amigo, se lo debía a Carmensita, a Marisi, a Antonio… y a Paco, siempre Paco.