Leli Cantarero

Leli Cantarero pinta desde que tiene memoria, ilustra porque sabe que las imágenes algún día vencerán a las palabras, decora para hacer el mundo más habitable y menos incómodo. A veces sueña que se pasea por Altamira o Lascaux y advierte a aquellas gentes que no se pinta con el dedo y los instruye en los secretos de la policromía, la composición o la perspectiva. También se ve rodeada de frailes embutidos en sacos recios que pintan en sus códices miniaturas en el scriptorium de algún monasterio del siglo XIII o sujetando la paleta y mezclando los colores y el aire que hay en los cuadros de cualquier pintor flamenco.

Pero le ha tocado otro tiempo. Y poco a poco los pinceles o los rotuladores le han llevado a pintar con dedicación figuras femeninas, peces, árboles y tejados, sin olvidar las flores, los sombreros y los relojes. En fin, un mundo que cabe igual en un papel que en lienzos de 180 x 200, pero con estos se suele dar más al collage, que llena más espacio y además recicla y dignifica imágenes que, de otro modo, habrían pasado sin pena ni gloria.